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lunes, 4 de agosto de 2008

EXCURSIÓN A QUINCOCES DE SUSO

No nos confundamos con Quincoces de Yuso, Yuso y Suso son expresiones antiguas que significan abajo y arriba respectivamente. Este pueblo fue una aldea perdida en las tierras más altas del valle de Losa, de cuya presencia solo quedan ya los restos de su iglesia medieval y una casa. Lo demás se lo llevó la soledad y el olvido desde que su último vecino abandonó este hemoso lugar junto al río Jerea.
Quincoces de Suso se encuentra a solo 3 km de Quincoces de Yuso, a unos 8 kms de Castresana. A orillas de un pronunciado y escarpado meandro del río Jerea y en una depresión entre montañas calcáreas, en una de las cúales de encuentra la famosa cueva del agua, que surte a muchos vecinos de agua y cuya romería se celebra en el mes de julio.
Los restos arqueológicos encontrados en las proximidades de Suso son abundantes, sobre todo de la Edad de Bronce. Parece que ya aparecen datos de Suso en el siglo XII, aunque no está claro. Lo que si sabemos es que las pinturas que todavía pueden verse en el ábside la que fue la iglesia parroquial de San Esteban son del s. XIV. Es curioso que actualmente estos frescos sean la casa del ganado que hay por la zona.
En el Catastro de la Ensenada aparece Quincoces de Suso como uno de los 17 pueblos que conformaban la Junta de Oteo. A medidos del s. XVIII vivían en Suso un total de cuatro vecinos y una viuda, todos los cuales distraían su vida trabajando buenas fincas de secano y cuidando de una pequeña ganadería. Cada una de las seis casas con las que contaba el pueblo disponía de su propio horno de cocer el pan. Había también tres cabañas para recogimiento de las mieses de agosto y un puente sobre el río Sería (Jerea) para el gobierno del pueblo. Un puente que por cierto, además de servir a sus vecinos para pasar a la iglesia ya las fincas del otro lado del río, resultaba caro en reparos por las avenidas del invierno. Disponían también de un molino harinero de dos ruedas que molía tres meses al año, a unos doscientos pasos del puente sobre el río.
Parece que ya en el siglo XIX Suso experimenta un despegue, nada menos que setenta y nueve almas, aunque en 1894, manteniendo el mismo número de casas (17) la población disminuyó bastante, lo que nos hace pensar en una población probablemente envejecida.
Los recuerdos de Suso del siglo pasado son vagos. Hacia 1941 vivía un matrimonio viejo, el mismo que, tras pasar el ciclón que provocó el incendio de Santander, utilizó las tejas de la iglesia para recomponer su tejado. Desde entonces, la iglesia, que ya no tenía mobiliario ni imagen alguna, comenzó su lenta marcha hacia la ruina, pese a sus magníficas pinturas, y sus campanas fueron bajadas a Quincoces de Yuso. Los años 1923, 1926 y 1919 son los que respectivamente, registran en dicha iglesia el último bautizo, la última boda y el último funeral.
Suso no conoció ningún adelanto que hiciera más cómoda y agradable la vida de sus vecinos. La crudeza invernal, con largos aislamientos, la rudeza de su trabajo fueron siempre compañeros en el devenir de este pueblo. La única comodidad de la que disfrutaron fue la de la cercanía del agua del río, aunque sabemos que ya por entonces, en los meses de verano, el río se secaba y los vecinos tenían que recurrir a pozos excavados en la roca.
Fuente: Los pueblos del Silencio. Elías Rubio Marcos

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